martes, 25 de septiembre de 2007

El Idolo

La muchedumbre se agolpa en las calles, colapsando el tráfico, de manera y con modos irracionales, en dirección a casa del ídolo. Gritan su nombre, se dejan llevar por la histeria colectiva. Los hombres beben y llevan grandes antorchas. Las mujeres, emperifolladas, agarran fuerte a sus hijos de la mano. Todos gritan. La turba esta descontrolada. Van a matarle.

El en cierta manera lo presupone, y bebe la última copa de su última cena. Sin entender el sentido de todo ello acepta su destino, porque sabe que él no es nadie sin su público.

Texto: Pepe Ruiz Andrés
Fotografía: Aída Quiensinó



lunes, 10 de septiembre de 2007

One minute to midnight


Es siempre el mismo sueño. La repetitiva, recurrente y asfixiante pesadilla que me asalta siempre que no me lo espero, acechándome en noches tan tranquilas como esta, en las que aparece sin ningún sentido para despertarme mientras grito en mitad de la noche. Es siempre tan real.... pero esta vez me mantendré en mi sitio y esperare a despertarme, disfrutando del espectáculo de mi inconsciente.

Lo bueno de soñar lo mismo tantas noches es que sabes lo que va a suceder inmediatamente. En primer lugar me encuentro en mi cama, desvelado en mitad de la noche, contemplando, como de costumbre, como entra la luz amarilla de las farolas por el tragaluz inferior de la ventana; admirando el juego de luces y sombras. Es algo que suelo hacer durante algunas crisis insomnes para quedarme dormido, mi particular forma de contar ovejas. Y hasta aquí todo marcha bien.

Pero de repente, soy incapaz de moverme, no puedo realizar ninguna clase de movimiento, es como una parálisis repentina. Primero intento mover los dedos de los pies, pero no puedo hacerlo, y luego intento incorporarme para ver si los tengo dormidos, pero es como si hubiera una superficie sólida e invisible que me impidiese doblar el cuerpo. Comienzo a perder la paciencia, y trato de dar patadas al aire, pero mis piernas están amarradas al colchón. Tampoco puedo mover los brazos ni los dedos de las manos. Fuera de mi, trato de gritar con todas mis fuerzas, pero algo mantiene mis dos filas de molares soldados entre si. Aun así grito, y solo emito un impotente mugido que no es capaz de llamar la atención de Blanca, que duerme en el cuarto contiguo. Mis pulmones se van quedando sin aire, me ahogo muy lentamente.

Aquí es donde generalmente me doy cuenta de que es un sueño, de que me he quedado dormido al revés, y en mi propio sueño intento darme la vuelta para respirar en el mundo consciente, aunque suelo despertarme antes de conseguirlo. Pero no esta vez, hace segundos que tendría que haberlo hecho. Algo va mal.

Una voz que sale de ninguna parte me susurra al oído: “idiota, esta vez no es un sueño”, antes de ser pasto de mi asfixia.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Instintos Primarios

Correr es una acción.Pero a parte también es un medio para conseguir algo. Quizás se trate de huir, o de perseguir algo. La cuestión, ahora, es el qué, y hasta los primeros 200 metros, no sabia muy bien mi propósito o bien algún porque para mi acción. En momentos así, cualquier tipo de razonamiento queda anulado por un fluido irracional interior. Sencillamente es una actitud que me nace. Caminar deprisa y no pensar. Alguien dijo que la gente camina deprisa para olvidar. Otras veces tal vez fue así, pero no esta. Esta no.

“Me voy. ¿Dónde? No lo se, si llama dile que en cuanto pueda lo haré”. Un portazo y un ser primitivo, ciego de odio, corre sin sentido y sin una finalidad clara de momento. Hago esfuerzos por calmarme, pero solo 20 segundos. Dos cafeteras en menos de una hora son suficientes para construir un fuerte muro de irracionalidad (esa es mi excusa, aunque dudo que un tribunal me absolviese por enajenación mental transitoria, acogiéndome a una alta dosis de cafeína). Poco a poco, todas aquellas sensaciones van tomando cuerpo, como en la elaboración de una escultura grotesca, oscura, y terriblemente expresiva. Odio. Yo le odio. Y si lo hago es por una profunda desconfianza en mi mismo. Si no me quiero nada, si no me valoro, tengo miedo, y si tengo miedo busco un porque, un enemigo. La agresividad contra él es producto de mi propio miedo, de mi propia falta de autoestima. No necesito medicación ni psicólogos para justificar todo esto. Ya he reflexionado muchas veces sobre ello y no me estoy diciendo nada nuevo.

Resulta agradablemente perverso imaginar su sufrimiento. Hay tantas maneras y tantas formas... mi favorita es verle huir en un pasillo estrecho, con ojos de terror sabiendo que su final esta muy cerca. Yo detrás, mientras escojo la herramienta mas adecuada. Nada sofisticado. Armas primarias para sensaciones primarias. Un bate de baseball. Una palanca de hierro oxidada... millones de posibilidades. Me recreo en sus suplicas y alaridos al ver su rodilla partida antes del golpe de gracia. No me imagino que le diría. Creo que no soy capaz de emitir nada con sentido. Solo mi expresión macabramente hierática antes de salpicar mi cuerpo con su sangre.

Aunque la orgía se detiene en un punto de inflexión. La plaza es enorme. Lo horizontal me detiene, me hace pensar...estar tranquilo. El cielo, el mar... esa clase de cosas. Inspiro. Espiro. Vuelvo a inspirar mientras busco mi paquete de tabaco. Espiro mientras lo encuentro. Inspiro buscando el mechero. Inspiro y espiro hasta que me enciendo el cigarro. Un par de caladas en el limbo y llego a una conclusión.

“Voy a matarle”. Doy otra calada. “Le matare. Suena como siempre, pero esta vez lo digo enserio. Se a donde voy, se lo que estoy buscando. Quiero sentir como todos y cada uno de sus granos post-puberes rebientan cuando mis nudillos les golpeen”.

“Te matare gordo asqueroso, solo tengo que encontrarte. Es una cuestion de tiempo. No tengo prisa”