miércoles, 30 de julio de 2008

Cronica de una fiesta de alta sociedad

-toda autobiografía es ficción. Toda ficción autobiográfica-



Una fiesta de alta sociedad. Un hotel maravilloso, repleto de columnas de mármol italiano y exclusivas copas de cristal de bohemia, con los licores mas exóticos, los vinos más reserva, y los whyskis más caros. También hay gente. Y una mala broma de música de fondo, un disco de versiones samba bosanova y chanson français de los grandes éxitos del rock alternativo. Ahora mismo suena smells like teen spirit en una versión de cumbia Venezolana. No creo que Kurt Cobain se retuerza en su tumba ya que llegó a odiar esa canción, y Curtney se estará metiendo todos los royalties en vena. Sin embargo no dejo de tener la sensación de haber descubierto una fábrica de Reebok clandestina en un petrolero en Malasia. Pronto, y quitándole peso al asunto, llegué a la conclusión de que era de esperar, ya que las siglas de la pareja eran C y K, como Calvin Klein.

Alguien me dejo aquí aparcado hace mucho rato, y apoyando el codo en barra imaginaba que no estaba aquí. Era lo mejor que podía hacer, ya que era una minoría absoluta en una mayoría de estudiantes de 3º de económicas en plena fiesta de ecuador de carrera. Ya pueden tocar el coche de empresa, el sofá de cuero y la mujer florero con la punta de los dedos… están felices, es normal. Y ¿Cómo he acabado yo asistiendo a una fiesta así? Sencillo aunque vergonzoso. Es el gran drama de aquellos que vivimos entre dos aguas, el gran contra de aquellos que estuvieron en mal sitio en mal momento. Sí, instituto de pago, ex -compañeros ricos, tardes vacías en verano, y una corbata que hacía demasiado tiempo que no me anudaba. Eso y la maldita pregunta que sirve para justificar todas las mamonadas que he podido hacer en mi vida ¿Por qué no?

Un paso en el vestíbulo y sabía que me estaba equivocando de sitio, lo mismo que la primera vez que pise aquel viejo armatoste aún con olor a seminario. “No deberías estar aquí, chico” mis viejos zapatos recién limpiados pisaban aquellos caros suelos, alado de un viejo compañero de clase el cual, como era de recibo bajo su doctrina religiosa, había decidido llamarme. Ama a tu prójimo supongo... Hace mucho tiempo, bajo la dictadura, creo que hubo una campaña que se llamaba “lleve un pobre a su mesa”. Y así es como me miraban todas aquellas personas que yo muchas veces había visto a la salida del metro y me había negado a saludar, esquivándoles tras las salidas de stop. Sin embargo, y como es normal para ellos, me saludaron con una falsedad poco disimulada y una sonrisa forzada. Incluso alguno de ellos se permitió la licencia de utilizar algún coloquialismo como “ye, campeón”. Nos distribuyeron en distintas mesas redondas, decoradas con un mantel blanco e impoluto, una cubertería completa y reluciente, y algunos entrantes. Y vino. Y por qué no… Como elemento neutro e imprevisto me asignaron en una mesa alejada de ciertos círculos, cosa que me vino de perlas. Mi amigo, el cual sospecho del OPUS o católico – propagandista, disparo en un ritmo amable y calculado una serie de preguntas que oscilaban entre la total intrascendencia y un educado y respetuoso interés en saber de mí en todo este tiempo. Observando su actitud en la comida estaba seguro de dos cosas, de que seguía virgen, y de que si se le apretaban un poco las tuercas sería un tipo normal o un completo psicópata. Su caro reloj no dejaba de recordarme que el tiempo pasaba y pasaría toda la noche lento…

No toque la cena. Por supuesto que aquella decisión no tenía que ver con ninguna rectitud moral-política, simplemente es que aquel ambiente me daba nauseas y además no comprendo esa clase de cocina. Dan ganas de no comerla. Recuerdo que solo le hinqué el diente al postre, una especie de copa de nata y frambuesas, por supuesto cara y de lo más reluciente. Nadie se molestó en preguntarme porque no comía, y francamente no me apetecía soltarles ningún discurso.
Terminada la cena y los cafés (nadie de mi mesa bebió licor), y aquella conversación en la que tomaba partido cada vez que me lanzaban la pelota, en la que se hablo de actualidad y de algo más, llegó la ronda de saludos. Me divirtió seguir viendo a un montón de mujeres que seguían con unos enormes pechos y que me seguían despreciando. Y sí, tenéis razón, me resultan por completo sexualmente deseables, pero yo también las desprecio. ¡Que complicado verdad! Pese al mutuo desprecio y la extraña atracción, aliñado ya con un par de copas salude a unas cuantas, que me devolvieron el saludo con los dos falsos besos de rigor y algún cumplido que me la traía un poco floja “estas igual”, “iros a la mierda” pensaba. Pobre gente, con su rico mundo interior y yo les tengo asco porque si. Cuando me cansé de las bellezas museo pase a los hombres. Que elegantes, cuanto futuro, como los quiere Papá. Que interesantes son sus negocios, y que complejo y fascinante es el mundo empresarial, o judicial, o que complicadísimo resulta sacarse una ingeniería industrial.

Y como una bola de pinball fui rebotando de círculo íntimo en círculo íntimo hasta finalmente acabar solo contra la barra, y fui pidiendo un vodka con limón tras otro, después de lavarme enfermizamente las manos en el lavabo. Sé que en estos casos, siempre es mejor irse antes de que la crisis introspectiva degenere en autismo o en una lengua viperina. Pero las cosas siempre ocurren de modo inesperado, y entonces nº4 tomo asiento.

Nº4 era lo suficientemente lista y rica como para ser nº1, o por lo menos nº2. Tenía el suficiente reconocimiento físico de toda esa selecta comitiva del último círculo de la diana social del colegio, pero planteaba los problemas. Tener una nariz inoperable, demasiado fea como para consérvala y demasiado grande como para que una operación pasase inadvertida. Simpatizar con algunas corrientes izquierdistas (social-reformismo moderado), y además, según fuentes de primera mano, un olor vaginal particularmente desagradable. Pobre nº4, es extraño pero siempre me pareció muy desagradable físicamente, me recordaba a una meiga con aquella nariz inevitable. Borracha ya, como una beuna católica apostólica romana no practicante, se acerco con la lengua de trapo y poca estabilidad en sus pasos, aunque nada fuera de lugar, solo había que ver el lugar. Pero no me confundáis, no juzgo, yo también estaba allí. Ahora nº4 trata de establecer comunicación conmigo, esta apunto de hablar:

- Hola Vladimiro- tenían la horrible costumbre de traducir mi nombre. Aguante esa carga varios años
- Hola nº4- mira extrañada a mi respuesta
- Yo no me llamo nº4
- Sí, si que te llamas así
- Estas borracho- me dice sin poder hablar muy bien
- Como quieras- el silencio se prolonga un rato
- ¿Has visto a 13?
- No- ella me sigue sonriendo falsamente- No creo que haya venido
- A mi me dijeron que vendría
- Pues ya ves, las cosas- el silencio vuelve a prolongarse. Nº 13 es el ex –novio de nº4. Fue mucho tiempo detrás de ella, hasta que un día ella se coló por él, y primero fue bonito, luego aburrido, y finalmente insoportable cuando todo acabó, para ellos por supuesto. Dicen que aunque ella se haya enrollado ya con varios chicos, entre ellos nº7, no ha superado a nº 13, aunque lo cierto no es que todo esto me quite el sueño. Pero me apetece volver a ver a nº13. Nos gustaba hablar de música, pero ya no me coge el teléfono, desde hace casi año y medio. Tampoco yo intento llamarle. Malas lenguas hablan de sus escarceos con las drogas, que le están llevando por un camino complicado.
- ¿Y tu que tal bien?- le conté una selección de trozos aburrida, lo suficientemente impersonales y aburridos como para que se largasen rápidamente. Y así fue, siguió sonriéndome falsamente, y se fue al baño a ¿vomitar? No especificó. Volví a quedarme solo y miré como todo el mundo se divertía, y me puse de nuevo cara a la barra.

Ya no me quedaba a nadie por saludar. Seguí bebiendo y pensando en nº 13. Y en nº 25, un chaval al cual expulsaron porque “no se adecuaba al modelo del centro”, gente de suburbios pensarían. Como nº 32, nº 47, nº 76, 77, 78, 79, 80, 93… Recordé las peleas en el patio, las palizas en los aparcamientos, los amigos de amigos con palos, y la sangre que nunca llegaba al río. Conociendo a cada uno de ellos y ellas que fueron expulsando porque “no respondían al perfil”, podías elaborar una especie de prototipo generalista, que respondía a lo que ellos consideraban “carne de cañón”. Ellas son tan ricos que ni si quiera pagarán su incompetencia con una degradante mamada al de recursos humanos, porque papa tiene dinero. Y entonces me vi en el reflejo de la copa y caí en la cuenta de que a mí no me habían expulsado.

Mientras una versión pin up de los Clash sonaba me imaginaba un mejor amigo imaginario, que me invitaba a una copa, y que me preguntaba si quería hablar, pero yo le ignoraba obsesionado en el hecho de que cabía la remota posibilidad de que me pareciese a ellos, ya que un en largo periodo de mi vida me habían confundido con los mismos. Tenía que salir de ahí, tomar aire puro y mío, encontrar algún mundo comprensible. Al decirle adiós a la camarera (era preciosa), con la que no había mediado palabra en toda la noche, ella me miró con una clase de asco que me resultaba de lo más familiar. Y aquello me destrozó.


jueves, 10 de julio de 2008

Más allá del Estres

I'm Back- Dougals McArthur

Más allá de una crisis de estrés siempre hay una absoluta calma. Tal vez porque durante un breve periodo de tiempo se expulsa por completo el interior en ebullición, todos los actos comienzan a regirse bajo temperaturas árticas. Es lo que en la filosofía China se conoce como el Ying y el Yang. Todos tenemos en nuestro interior un Ying y un Yang, que no es una correspondencia de los valores judeocristianos del bien y del mal, o la visión de Niezstche sobre lo Apolineo y lo Dionisiaco. Se trata de un concepto más global, una especie de fuerza interna que aglutina muchas cosas, como un punto cardinal, o una temperatura, una actitud….

Entre el Ying y el Yang se establece una fuerza equilibrada pero en constante conflicto, es algo así como observar una ola del mar chocando contra la arena de la playa; la ola rompe contra la arena y la superficie de la arena retrocede, pero posteriormente, y cuando la ola vuelve hacia atrás, la arena gana terreno, hasta que el mar vuelve a romper. La arena y el agua avanzan y retroceden sorbe el mismo espacio, creando un dinámico orden marcado por estos avances y retrocesos. Este orden es lo que se conoce como el Tao.

Es una mañana de miércoles como otra cualquiera, y Mr Snoid (así solía apodarse a sí mismo en secreto, y que quede claro que nunca revelaremos su verdadero nombre), disfruta de un café con leche y una ensaimada como todas las mañanas en la cafetería que hay bajo su trabajo. Le resulta de lo más relajante comerse las ensaimadas en forma de espiral, como quien resuelve un complicado acertijo hasta llegar hasta el centro de todo, como quien desvela un enigma. Siempre comete el error de mojar una parte de esta ensaimada en el café con leche, para comprobar, como siempre, como el aguachirli barata que le sirven destroza por completo el sabor de tan especial pieza de bollería.

Mr Snoid es el segundo de a bordo del departamento de recursos humanos de la empresa InterProx, una empresa relativamente joven que a nivel nacional trata de hacerse un hueco entre las grandes empresas del sector. El cometido de la empresa varia según los proyectos, hoy esto, mañana aquello…. Siempre dependiendo de lo que pida el mercado en el momento. Su tarea en esta empresa es básicamente hacer lo que Dieguito Montoya, su inmediato superior en el departamento, no quiere. Y esto consiste en despedir a gente, rechazar curriculums, realizar las entrevistas de trabajo de todos los hombres calvos, o feos, o gordos… Realiza su labor con dedicación, y sobretodo, eficiencia.

Pero el trabajo no es toda la vida de Mr Snoid. Cuando sale del trabajo, dedica la mayor parte de su tiempo a su Madre, a la que llamaremos Sra Snoid. La Sra Snoid, tras la desaparición de su marido por un viaje de negocios a Tailandia, sufrió varios shocks psicológicos, que sobrellevó durante 7 años, mientras Mr Snoid terminaba la carrera de Psicología. Una vez terminado el periodo universitario y al observar que su hijo podía ser económicamente estable, la Sra Snoid decidió derrumbarse. Actualmente en mejor estado, padece de una extraña combinación de trastornos alimenticios y síndrome de Tourette. Mr Sonid la recoge puntualmente todas las tardes a las 7 en la puerta del centro de día en la que pasa desde primera hora hasta que cierran. Mr Snoid no tiene vida amorosa. Tiene una vida ya demasiado absorbente. Tal vez cuando ascienda…
Y en cuanto al sexo es todo un onanista. Alguna vez se ha planteado contratar a alguna acompañante, pero además de que le parece inmoral y patético, es económicamente impracticable.

Pero como buen previsor, Mr Sonid ha ahorrado algo de dinero para estas vacaciones, y en Agosto irá a un apartamento en Altea con su madre, en 7ª línea de playa. El 7 siempre fue su número de la suerte. Su primera opción era visitar algún complejo turístico en un paraíso tropical, con una pulserita en la muñeca “todo incluido”, y con gente que cuidase a su madre, pero ciertos trastornos hidrofóbicos además de un pánico a volar y a los países tropicales de su madre, impiden este viaje, ya que no puede ir y no tiene con quien dejarla. En fin, Altea también está muy bien.

Y precisamente en las vacaciones es en lo que está pensando ahora mientras deshoja su ensaimada como todas las mañanas mientras lee el periódico, en la cafetería de siempre. Qué silencio, qué calma, qué paz. Da gusto tomarse un descanso en el momento exacto. Lleva toda la mañana sonando su teléfono móvil que no piensa coger, a menos de que sea realmente importante. Mientras termina de leer la sección Nacional del periódico, el teléfono vuelve a vibrar, y en el recuadro azul está escrito el teléfono del centro diurno.

-¿Sí?
-Hijo, hijo- era la voz de su madre entre lágrimas. Omitiremos la gran cantidad de tacos de la conversación, ya que es debido a una enfermedad y sería morboso y de mal gusto- Hijo ¿estás bien?
-Claro mamá
-Es que está saliendo por las noticias que ha ocurrido algo donde trabajas. Un loco ha secuestrado a alguien y
-Ni idea mamá, ¿cómo estás tú?
-Bueno…
-Oye mamá, no tengo tiempo. Y tranquilízate que estoy bien
-Vale hijo… que te quiero mucho, que te cuides y que no llegues tarde que sino creo que no vienes y…
- Un beso mamá

Dejó el móvil encima de la mesa, justo alado de la escopeta de cañón recordado con la que había vaciado tres cargadores sobre 35 personas hacia solo 15 minutos. Terminó de comerse la ensaimada, justo, y como a él le gustaba, con la parte central. Observó los cadáveres inertes desperdigados por la cafetería y le parecieron especialmente bellos. Era como estar bajo una ola del mar que se desliza sobre la orilla arenosa. La policía acababa de llegar y aún tardaría unos 10 minutos en entrar por la fuerza en el local, ya que no saben si le quedan balas y disparará contra ellos, tiempo suficiente para leerse la sección de sucesos, a ver que dice hoy…