lunes, 7 de diciembre de 2009

El chef de la casa recomienda acompañar este plato con la canción Breathe, del disco Dark Side of the Moon, (Pink Floyd).



La noche es totalmente cerrada, incluso los neones brillan menos. Ha llovido hace poco, el suelo sigue mojado y el frío es húmedo, se cala en los huesos amenazante. Es por eso por lo que los ciudadanos corren a su casas con las cestas de la compra hasta arriba, cargados de pequeños placeres que conviertan su escondrijo en un hogar, y lo hacen evitando el cañón de luz que hay en lo alto de la Torre Eiffel, cañón que rastrea la presencia de aquellos que deambulan por un espacio en el que no deberían estar...

No soy una excepción, y esta noche yo también me alejaré del mundo un poco más. Disfruto de la sensación de ingravidez, del calor del invierno, de la luz débil y del sueño profundo. Ah sí, y de todo el humo del mundo, en todas sus formas. Por y para estos placeres, esta noche planeo quedarme en casa. Todo lo que necesito es llegar, y aunque quiero llegar, tengo la sensación de que no llegaré nunca, la sensación de, aunque sepa por donde voy, de estar perdido. Cruzo la calle, subo a la acera, primer a la izquierda, vuelvo a girar, salto el charco, vigilo que no vengan coches, ahora giro a la derecha, camino, camino, y sigo caminando, rechazo atajos, camino seguro, camino correcto, caminar, caminar mas rápido, llegar a casa, a salvo...

Pero, al fondo de la estrecha calle, una silueta femenina grita mi verdadero nombre tras la niebla. Se acerca primero andando, yo la espero totalmente paralizado, y en los metros finales corre y me abraza, con mucha fuerza. Fuerza que finalmente se convierte en ternura mientras pasea su cabeza contra mi pecho. El silencio, el calor, la forma de agarrarme y mi verdadero nombre, solo solo podrían coincidir en Ella....

Ella otra vez. Que gracioso. Siempre es ella. Dice que se llama de una manera distinta, siempre. Siempre dice que es otra persona. Se presenta siempre con formas diferentes, pero en realidad es siempre alguien. Nunca ha conseguido engañarme. Pero esta vez no se presenta con engaños, solo me abraza, de esa manera en la que ella, aunque lo negase anteriormente, me ha abrazado siempre. Pero ahora no me engaña, es sincera. No dice mucho, la sinceridad consiste tal vez en hablar poco...solo repite mi nombre real una y otra vez mientras me sigue abrazando. Finalmente me dice algo más.

“Nunca te he querido, Pepe. Nunca. Pero a veces te necesito. Ambos nos necesitamos de vez en cuando. No puedes engañarme, aquellas veces tu siempre me necesitaste tanto como yo. Todos nos necesitamos. Todos. Las sombras a la luz, los amantes a los amados, y los asesinos a las victimas...”

...Y luego de decirme esto, da media vuelta, y se va, sin mediar palabra. La veo alejarse mientras sigo paralizado en la acera, sintiendo cada vez más frío. Cuando ella desaparece finalmente tras la niebla y para siempre, noto como me voy enfriando poco a poco. Nunca volveré a casa. La botella de lambrusco que compré se estrella contra el suelo cuando el último grado centigrado que había en mi cuerpo se escapa, en mi último aliento. Luego caigo sobre la acera mojada, y no me muevo nunca más.