miércoles, 3 de marzo de 2010

Nu Händer Det Igen

Comenzamos hoy con un nuevo ciclo. Esta vez, intentaremos realizar una serie de relatos en base a la música del álbum de música electronica "Det Snurrar i min Skalle" del archiconocido grupo "Familjen". Viola como desde Cucarachas intentamos democratizar la música electronica. Damas y caballeros, Portugueses inclusive, con todos ustedes este primer intento:




El primer jueves de cada mes, las alarmas anti-aéreas retumban en París. Resulta imposible informatizar tal sistema ni saber si funcionan a menos de que efectivamente se utilicen, así que puntualmente a las 12 retumban por toda la ciudad. Las reacciones ante tal sonido son las que distinguen al habituado del al recién llegado.

La nieve ha desaparecido, y el cielo raso de París convierte a algunos (porque hay a quien el tiempo le da bastante igual) en algo más felices. Dicen que el sol ayuda a la serotonina. Eso será, el tema es que una extrañamente fuerza interior me brota de no sé qué parte cuando llega la primavera y me hace sentir vivo. Miro el sol por la ventana, cambio el calendario de hoja, y pienso, hoy tienen que sonar las alarmas justo cuando suenan. Atontado observo el callejón nacional, pensando que tal vez el último ciclo que pensé calendario, es una autentico suicidio, incluso tener el calendario en casa. Es agradable bien el tiempo cuando se espera algo pero no cuando el agua desaparece poco a poco por el fregadero, a través de esa pequeña ranura que aún queda entre el tapón de goma y el círculo plateado.

El tiempo que pasa. Se supone que el tiempo no existe y que lo único que existe es la fuerza de la gravedad... pero ¿Cómo explico entonces que me crece el pelo, las uñas, la barba, la vida y la muerte de las plantas, y los plátanos podridos de la alacena? ¿En qué quedamos? El hombre es el único animal que tiene una conciencia cultural de su propia muerte... ¿con qué fin? ¿de qué sirve saber de que al final te mueres? ¿No sería más fácil que todo se acabase de golpe, sin ser conscientes del horror, como esos cuerpos formicantes descubiertos en las ruinas de Pompeya?

-Piensa lo que quieras, el mundo funcionará como funciona al margen de lo que te dé por cavilar- dice el viejo chino mientras apura su larga pipa de madera, la deja un momento sobre el taburete de ikea, y se mesa un rato sus barbas blancas- no sé a dónde intentas llegar con todo esto. Y vigila el arroz que se te va a pasar.

Continúa sentado en el sofá fumando y gorroneándome la casa desde hace tres días. Un día apareció así de golpe, en casa, revisándome los trabajos para la facultad y dándome ciertos puntos de vista que no había llegado aún a contemplar. Tras preguntarme si podía sentarse y yo responderle agradecido por su apareció que si, no se ha levantado de ahí mientras yo estaba en la casa, aunque a veces le he encontrado con el pelo mojado y oliendo a mi colonia, por lo que presupongo que de vez en cuando se ducha.

El menú de hoy es arroz con salmón y ajoaceite. Al viejo le gusta la comida picante, todo hay que decirlo, a mi me gusta bastante también, y aunque la comida se me acabe el doble de rápido, es agradable tener compañía para comer y no ronca.

-¿Por qué no tiras ese bambú a la basura?- dice con la boca llena- me refiero, esta medio amarillo, medio seco. Podrido, podríamos decir. Que ganas con darle una muerte lenta en vez de tirarlo a la basura y acabar rápida y limpiamente con esto.

-Supongo en que tengo confianza en que podrá vivir

-La tienes... Tienes la confianza...- el viejo sigue rumiando un rato mientras me pongo el resto del ajo aceite en el plato- Pues tal vez sea por eso por lo que no deberían de caer las bombas sobre el mundo. Uno no sabe cuándo es el momento apropiado para morir. Es más, uno nunca cree que sea el momento apropiado para morir. Bueno, a veces sí, pero entonces se deja morir, y ni siquiera sabe uno... uno suele tener la confianza en que aun puede, incluso a veces se cree que debe seguir viviendo- seguía pensando mientras cogió una rebanada de pan y empezó a limpiar con sus arrugados dedos el bol- Además, ¿Bombardearías a alguien por su bien? ¿Tú lo harías?

-¿Y tú?- Sonrió de una manera extraña, y entonces se escucho un estruendo de motores, que empezó como el zumbido de una abeja, pero que a cada vez se hizo más y más fuerte. Y entonces las alarmas empezaron a sonar. Mientras alguien tocaba a la puerta rápidamente y los teléfonos empezaban a sonar, encendí la radio para saber qué pasaba.

-Francamente, yo no sé qué haría. Pero está claro que hay gente que sí que está dispuesta a ello.

Asomado por la ventana, vi como a lo lejos, aparecían los aviones.