sábado, 16 de junio de 2007

Café, Alcohol e Insomnio

A veces ocurren cosas así.


Un domingo te levantas cuando hace rato que el sol ha trepado hasta lo más alto y toda la gente normal está sentada en la mesa viendo las noticias.
Abres los ojos y el mundo se estrella contra tu cabeza con tanta fuerza que quieres morirte ahí mismo y no tener que soportar esa resaca ni un segundo más, deseando con toda tu alma que todo se acabe, desaparecer.

Y resulta, por muy extraño que parezca, que ocurre. Y, de repente, comienzas a deshacerte. Así, sin más.
Y te asustas. Alguna vez fantaseaste con marcharte de la ciudad, pero unícamente a condición de dejar una nota. Por miedo a que nadie se percatase de tu ausencia, como ahora.

Te invade la angustia por que no has dado explicaciones a nadie. Seguramente habrás dejado algun asunto pendiente: algo que querrías haber dicho, algo que querrías haber hecho; en definitiva, todas esas cosas que se dejan para el último día.

Conforme tus pies se desvanecen, en tu cabeza se atropellan las preguntas:
¿Cómo explicar a todo el mundo que se te cumplió un deseo? ¿Tanto bebiste?


El caso es que te levantas con un dolor de cabeza insoportable y se cumple tu deseo: desaparecer. Vaya suerte.
Los judíos tienen un curioso sistema a la hora de acumular la fortuna; creen fervientemente que si les ocurre alguna desgracia, la suerte que hubiesen necesitado para evitarla, se les acumula en algún lugar, para que cuando necesiten hacer uso de ella tengan reservas suficientes. Probablemente los judíos sean los únicos que sonrian cuando pisen una mierda, pero ese es otro tema. Tú no eres judío.



"¿Y por qué no se me cumplió aquello de que mi abuelo se recuperase de aquel cáncer de colon o esa vez que desee con todas mis fuerzas que Lucía no hiciese lo que al final, la muy zorra, hizo?"


Un judío; Woody Allen, Lou Reed o el gran Kirk Douglas, por ejemplo, te dirían: "bueno, es que por aquel entonces no tenías suficiente suerte acumulada".


Pero tú no eres judío. Es más, te consideras un ateo acérrimo, enemigo visceral de todo lo que tenga que ver con las religiones. Dadas las circustancias, echas mano del breviario de expresiones populares laicas y justo antes de que la desaparición se complete sueltas un resignado "Hay que joderse".


Cucaracha Homicida (G. Kovitz)

5 comentarios:

Eme dijo...

Hay ciertas cosas -la mayoría- que las personas hacemos sólo porque hay alguien contra/por/para quien hacerlo, y también porque sabemos que siempre habrá quien se entere, lo escuche, lo vea, lo denuncie, lo critique, lo aplauda, lo imite, lo comprenda...Por eso "hay que joderse": desapareces una vez en la vida y nadie se entera y, si me apuras, ni siquiera se dan cuenta. Pues vaya.

Me parece...me parece sencillamente perfecto. Paradójico y perfecto, sí señor.

Saluditos.

Cucaracha homicida dijo...

El tema este de los deseos cumplidos es todo un universo por desconocer, oh escritores del universo.

Gracias por leer, nos vemos en los bares.

Anónimo dijo...

Pues sí, hay que joderse. Perdiendo el tiempo y pidiendo deseos absurdos para que al final, se cumplan. Mejor hacer lo que toca y cuando toca...ya sabes, por si desaparecemos.
Me gusta tu reflexion Kovitz, por cierto: hoy tres cucarachas,me acorde de vos y no las maté.

Saludos, y seguí así.

Anónimo dijo...

Bonissim, sí senyor...

;)

Cucaracha homicida dijo...

Hey, y ahora con el camino andado y una presentación por preparar sobre Kakfa para mañana a primera hora la pregunta es la siguiente: ¿Era calimocho lo que bebían las mujeres del Oráculo de Delfos?