jueves, 29 de octubre de 2009

Cuarta llamada

CUARTA LLAMADA

(Versión del relato de Géza Csáth remasterizada)


Dos celadores de bata blanca vestían a un cadáver de baja estatura y pelo rubio. Sobre la enorme mesa de disección metálica hubiesen cabido dos personas como él. El menudo cadáver de carne blanquecina que respondía al nombre de Moritz Malicka

Los dos hombres realizan a la perfección la tarea que les había sido encomendada, enabonando primero los magníficos pies del cadáver, enormes en relación con el resto del cuerpo, recorriendo después concienzudamente con la esponja el resto, comenzando por las pantorrillas y acabando por los hombros. El agua levemente enrojecida por la sangre se cuela por el desague.

Una vez secado, los dos celadores limpian las uñas al fiambre, colorean sus pómulos, componen sus cejas de forma adecuada y limpian su dentadura. Con cuidado limpian sus cabellos y aplican una mascarilla para potenciar el brillo. Rematarán la faena peinando hacia atrás los rubios cabellos del difunto.

Por último, visten al muchacho con la ropa que les facilitaron para ello. Calcetines negros, ropa interior y camisa blanca de algodón, traje azul marino de seda con el logo del programa y unos zapatos italianos con cordones a juego con la corbata color ocre.

Cuando han terminado, acuden al dossier del material gráfico para corroborar que su imagen se corresponde con el aspecto que Moritz Malicka tenía al entrar en los platós de la famosa cadena. Solo el señor Witman en calidad de caporal tiene acceso al sobre.

"No, idiota, no era ese su peinado, llevaba raya en la izquierda" increpa así a su ayudante que, dócil, corrige su trabajo.

Tras cuatro horas de trabajo, no pueden más que admirar su estupendo trabajo. La única tarea es llamar para que pasen a recoger el cadáver engalanado. Utiliza el teléfono móvil que ha recibido junto al dossier del muchacho y la ropa.

Todavía no ha anochecido y el resultado es excelente, tanto que deciden bajar a la cafetería y sumar una copita de coñac al cortado de rigor.

Con el calor de la bebida, el más joven rompe las reglas del oficio:

-Pues ha ido bastante bien, ¿No, don Nicolás?

-Sí, sí ha ido bien.

-...

El ayudante juguetea distraido con los posos de café, algo descontento con la respuesta.

-Dame fuego, chico.

-Sí, eh....¿Dónde... dónde se lo llevan?

-¿El qué?

-Al fiambre, tan emperifollado, que dónde...

-Que me des fuego, cojones. Y cierra la puta bocaza, joder.

Witman no quiere mal a su muchacho, pero sabe la clase de problemas que traen cierta clase de preguntas, por lo que toma la misma actitud que tomaron con él cuando empezó el negocio. Sabe que no será la última pregunta del muchacho, que toda precaución es poca con la clase de gente que han hecho el encargo. El encanto de la ideosincracia y su álbum pintoresco de categorías fueron para él un paisaje excitante, pensaba el experimentado Witman, decidido a no perder un ápice de su fama.


Vuelven a subir en silencio. Todo se ha producido como acordado y en la sala solo quedan las herramientas y el hedor a muerte, el inicio de la posteridad.

La llamada telefónica ha desarrollado toda una mecanismo. En menos de veinte minutos el cadáver ha sido recogido y ahora va de camino al plató de televisión desde donde anuncian una gran sorpresa tras la publicidad.


Dos dias antes, ante un consejo de dirección formado por tres personas, la secretaria había traido una carpeta de color negra con el logo del programa que contenía las copias para cada uno de los asistentes del plan de emergencia contra la caída de audiencia. Aquello parecía realmente una buena inversión, pero el nuevo docu-reality simplemente no estaba causando el efecto esperado. Solo algo estaba claro: cadena había arriesgado mucho, muchísimo dinero en el proyecto.

El directivo de mayores ojeras resume el contenido de los planes. Todos asienten, dispuestos como están en seguir adelante. El aparato logístico está en marcha.

Alguien entrará en la academia militar donde los jóvenes homosexuales serán corregidos, disparará su 9 milímetros y convertirá un programa de mierda en un tesoro mediático. Aunque se le prometió lo contrario, la entrada del señor Witman y su tiro certero sí fue recogido por las cámaras de Televisión. Para cuando lo supo, los poemas del joven asesinado ya tenían editor.



domingo, 25 de octubre de 2009

Tercera Llamada

La muchachita se volvió hacia mi- ¿Le interesa el comunismo?
-Rymond Chandler-

No estaba mirando, ninguno de los dos lo estaba. Una sensación de abatimiento y de quietud, casi de velatorio diría yo, cubría el amueblado despacho de la fábrica. Ya sabéis, la mirada perdida de la catástrofe impenetrable, los ojos de los que miren al cielo el día en el que retruenen las trompetas en el cielo y la balanza nos juzgue a todos y cada uno. Big Crunch. Porque saben lo que está apunto de pasar. “Si algo deberíamos de saber ya los japoneses, es lo que nos puede caer del cielo”, dijo el que se sentaba más cerca de la la puerta.

-Yasuo Mori, nos conocemos desde Princeton- continuo hablando, con la cabeza y la corbata metida entre las piernas- Se cuando estas preocupado, y se cuando no lo estas. Pero lo peor de todo es que se cuando deberías de estarlo. ¿Es qué no te das cuenta de todo lo que está en juego?
-Mira, asisto a las reuniones, aunque creas que no. Me paso aquí mucho tiempo revisando gráficas, aunque creas que no. Mi vida es esta empresa, y no solo mi vida, sino el legado de mi familia. Soy el presidente y el principal accionista. Soy muy consciente de todo lo que está en juego. Pero no creo que un ataque de histeria solucione nada.
-...Necesito una copa. ¿Quieres algo?
-Un vicepresidente que no se comporte como una mujer cuando se le requiere en su sitio.

Cabreado, desapareció del despacho a zancadas, en dirección a donde estuviese el whysky, y con él, el manto de pesadumbre y tragedia. Simplemente el despacho estaba en silencio, como cualquier otro día en el que hubiese estado concentrado en los informes trimestrales, solo que esta vez estaba quieto. Quieto. Le gustaba. No era la primera vez esta semana, ni la segunda en este mes. Llevaba dándole cada vez más vueltas al tema, desde hacía tiempo. Calma, reposo, felicidad, vida campestre, volver a Osaka.

Descubrió que sus ojos se habían posado en el retrato que 3 años atrás le había regalado la junta de accionistas. Seriedad, confianza, previsión, esa era el mensaje que intentaba transmitir el pintor a quien lo mirase (ordenes estrictas de la junta, claro). Pero para él, bajo los ojos de su propio retrato se escondía una sórdida historia de amor, o mejor dicho, una dulce historia de sexo. No pudo evitar recordar gemidos puntuales, fotografiás no recomendadas para menores, variedades de posturas y lugares tras el seguro pestillo de la habitación y bajo su atenta mirada. A ella le gustaba mirar los ojos del cuadro mientras él se corría.

El recuerdo fue interrumpido de nuevo por el intranquilo vicepresidente, que balanceaba un “on the rox” por encima de la alfombra, desesperado, incapaz de imaginar como pagaría todas las facturas, y saltándose todo protocolo rogó al superior:

-Capitulemos. ¡Podemos capitular, no pasa nada!. Más vale dar un poco que perderlo todo ¿no? ¡Negociar!
-¿Negociar dices? Solo pueden negociar los hombres, no la chusma.
-¡Maldito egoísta! ¡¿Y que pasa con los demás?!¡Los demás ¿Qué hacemos?! ¡Solo te interesas tu mismo y esa puta!
-Por nuestra larga amistad, voy hacer como que no has venido hoy a trabajar, porque estabas enfermo. Ahora, por favor, vete.

Horas más tarde la secretaría descolgó el teléfono, y miro con gravedad al señor presidente. “Habrá huelga”. Se levantó con una actitud que parecía parodiar a los galanes de Hollywood, se acercó ridículamente hasta ella, levanto con suavidad su mentón, acerco sus labios y le dijo “Bueno. Están en su derecho”.

Mientras se besaban, pasaron torpemente de nuevo hasta el despacho, y el pestillo volvió a cerrarse de nuevo. Los empleados comentaron durante mucho tiempo como no pararon en toda la tarde, e incluso en toda la noche, aunque lo cierto es que se quedaron exhaustos poco después de las 12. Pero el pestillo se quedó cerrado, quedando desnudos con una manta, observando las luces de la fábrica desde la ventana del despacho. Pero para ser sinceros, tampoco aquella noche las dos personas que había en allí miraban nada en especial. El, con la mirada perdida más allá de las apagadas chimeneas que apenas se distinguían en la noche, y ella, exhausta.

Un coche de empresa la deja en su apartamento,un cuartucho a las afueras de Tokyo, amueblado a duras penas.

Y de pronto, la llamada telefónica:

-Camarada, buen trabajo.
-Lo que sea por la revolución.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Segunda llamada

"Cuando un hombre, por causa de su aspereza natural, pretende retener lo que, siendo superfluo para él, es necesario para los demás, y, debido a la terquedad de sus pasiones, no puede corregirse, habrá de ser expulsado de la sociedad por constituir un peligro para ella."

Thomas Hobbes


Suena el teléfono suena desde el interior del establecimiento. El empleado es perezoso y está fuera, a pocos pasos de la puerta, por lo que alcanza a escuchar el timbre. A regañadientes, suelta el cigarrillo y en cuatro grandes zancadas -tan grandes como sus estrechos pantalones se lo permiten- se apodera del aparato.

-Videoteca Amargord, dígame.
-Si... eh, hola -balbucea una voz- sí, mira, que soy el del otro día, el de la película esa de Tarragona de los alemanes.
-¿Cómo? ¿Perdona?
-Que el martes pasado me llevé una película.
-¿Aham, hay algún problema?
-Bueno, por mi parte no, vaya -rie nervioso- el caso es que tengo dos días de retraso.
-En ese caso-dice el empleado sin cambiar a un tono más severo- deberías de traerlo lo antes posible.
-Ya pero... esque no va a poder ser, resulta que he salido de viaje y no volveré hasta la semana que viene.
-Entonces deberás abonar la consiguiente multa.
-Oh, vaya, pero si la película es un tostón.
-Eso no tiene nada que ver. Mira... ¿te llamas..?
-Pedro, por Pedro tiene que salir mi ficha.
-Vamos a ver, te voy a poner un tope de 5€ por el retraso, pero tráemela en cuanto puedas.
-¿5 pavos, encima que te llamo? Joder con la política interna, ¿pero creeís que mucha gente os iba a alquilar un bodrio como este?
-Las normas son así para todos, Pedro.
-Pues que os jodan, ya os tiraré la cinta por el buzón y no volveré nunca más. Habeís perdido uno de los pocos clientes. Puta secta de enteradillos, seguro que teneís una tapadera en el videoclub.
-Es una videoteca -comenta antes de colgar, algo divertido, el dependiente.

Mientras, en el establecimiento ha entrado una pareja. Les observa curiosear en la sección de cine Europeo, ella lleva un pañuelo palestino con lentejuelas. Jodido pueblo, piensa el receloso empleado. Procura recordar a qué película se referia el cliente del teléfono y recuerda haberla adquirido en uno de esos lotes que las cadenas de Televisión subastan, más que nada para rellenar la vacía sección de cine alemán. Recuerda que El Jefe le había mandado allí. Probablemente sí fuese basura, concluye. Acto seguido, apunta una cruz roja en el borde superior de la ficha del cliente y dibuja bigote y cuernos sobre la fotocopia de su DNI.

Tras un par de minutos el empleado, fastidiado por no poder salir a fumar enseguida, decide acabar con la pareja y se decide a cortar por lo sano.

-¿Qué buscaís? -pregunta el joven subalterno de la videoteca con sonrisa del gato de Chesire en ristre.
-No sabemos exactamente... ¿Qué teneís de cine alemán? -replica el chico.
-Huy, os recomendaría una estupenda pero se la acaban de llevar. ¿Conoceís a Werner Herzog?
-No, no, películas raras no - espeta ella- ¿Por qué no cogemos alguna del Woody Allen?
-Sí, -acepta el chico- ¿teneís la de Annie Hall o la Tapadera?
-Annie Hall es horrible, no la tenemos. Y... ehm, La Tapadera no me suena, ¿estaís seguro que es suya? -de repente suena el teléfono fijo de nuevo- Será mejor que os largueís, ya es tarde voy a cerrar enseguida.

A pesar de los reproches de la pareja, el ahora eficiente asalariado del negocio logra sacar a los inoportunos clientes, cierra la llave tras ellos y corre la cortina. El teléfono no ha dejado de sonar. Vuelve al mostrador y lo descuelga.
-Ábrelo ahora.

El empleado de los cinco epítetos se dirige a la colección de cine europeo del aparador empotrado donde se exponen las películas, aparta el par de carátulas del Werner Herzog de los 70 que nadie, insisto, nadie toca nunca y deja descubierta una manilla.
La manilla, al estirarse, abre una compuerta por la cual sale un reguero de pequeñas mujeres en silencio: tailandesas, chinas, camboyanas... hasta 23 de ellas. Como cada día, al final de la fila aparece el supervisor del pequeño taller.
-¿Cómo ha ido hoy? -pregunta este último.
-Bien, bien, pero empiezo a tener paranoias con esto de la Tapadera.



sábado, 17 de octubre de 2009

Primera llamada

La eterna derrota también puede ser la eterna esperanza”


Esperaba con paciencia la llamada telefónica.

Días anteriores le habían dicho que le llamaría, lo que claro está sonaba a que tal situación no se daría ni en un universo paralelo contiguo a este. Sin embargo y haciendo acopio de todas sus fuerzas, exponiendo su ego a un más que probable probable impacto directo, llamó. “Sí, sí, de hecho iba a llamarte ahora, pero es un poco... un mal momento.... mucho estrés, ¿puedes esperar 10 minutos o... una hora como mucho?”. A mi parecer se le exigía demasiado, y era toda una muestra de debilidad decir sí, pero si , dijo sí, y esperó, porque no le importaba esperar. Así que se sentó en el sofá, cerró los ojos durante 2 segundos exactamente, y cuando los abrió observó con terror y asambro, con la crédula incredulidad del que observa un milagro, EL DESIERTO.

Es una bella imagen. Durante muchas noches había soñando con la inmensidad, con la materialización del concepto eterno en un plano temporal y espacial ante sus ojos, con aquella visión que le permitiesen por fin entender y comprender. No se había esforzado en buscar realmente algo así, soñaba pero no lo buscaba, pues lo suponía algo meramente teórico, y de repente se había topado con ello en su salón, de la mano de la perspectiva de esperar entre 10 minutos y una hora. La inmensidad, la insignificancia. Mirando hasta donde alcanzaba su visto, creyó ver ese punto donde finalmente convergía dos planos paralelos, el fin del mapa. Se levantó, apartó la mesita de noche, dio dos pasos para adelante, y cayó en la cuenta de que no era más que una ilusión óptica. Aquello plantado ante sus ojos, aquel espectaculo era realmente el infinito. ¿Cuantos habían experimentado esta misma sensación y cuanto esfuerzo les costo encontrarlo? Se sintió afortunado, dichoso, acababa de entrar en el circulo del primer Vikingo que puso un pié en Terranova, en el círculo de Gagarin y del primer anfibio que salio del mar hacia la tierra. Que visión tan atractiva. De hecho era muy atractiva. Pero ante aquel panoramana sin embargo, actuaba como quien lo la estuviese viendo, por si acaso se desvanecía, pero sin poder disimular una sincera y estupida sonrisa. Se dirigió hacia la cocina y puso la cafetera en marcha. Mientras el agua se calentaba, apagó todas las luces de la casa, cerró las cortinas, y se sentó de nuevo sobre el sofá para contemplar sin inmutarse el espacio, literalmente.

Una luz vibró sobre la mesilla de noche. Si, dijo la voz al otro lado del teléfono. ¿Estas ahí? Sí, sí. No pareces muy contento. Es que aún no me lo creo. Lo dicho, el lunes, en el lugar y a la hora. Bien, tengo que colgar, Adiós. Apartó el teléfono de su oreja, y lo volvió a dejar donde estaba. Mientras duraba la llamada telefónica, algún momento de la breve conversación, todo el infinito se había borrado de golpe. Permanecería quieto en su sofá, varias horas, esperando a su regreso, pero nunca fue así. Finalmente acabó él mismo desistiendo y marchándose.

viernes, 9 de octubre de 2009

Iceberg

Este cuento trata sobre tres personajes. El primero de ellos realiza el camino más sencillo y es el única que sabe a dónde va. En un primer lugar cruza el patio del bloque de viviendas donde se aloja y tras pasar el pequeño porche gira a la derecha. Continua por la pequeña callejuela hasta desembocar en Lauriston Place, recorre ésta dirección Tollcros y al llegar a la Home Street camina hacia la parroquia de la aguja en forma de canino o baba afilada que desafía, si no la gravedad, al menos sí la altura media de los demás edificios del ensanche.
Aunque su recorrido -como hemos avanzado- es el más sencillo, sin embargo no es el más corto. Para llegar al número veintiocho de la Home Street ha de dejar atrás un par de comercios, algunos grises como el negocio especializado en dormitorios o el bar de Lap Dance con nombre de artista y modelo de coche familiar; otros coloridos como la oficina del banco o la franquicia de bocadillos extremadamente caros. Pero todo esto es irrelevante y no aparecería en el cuento de no ser el camino que separa su habitación del cine un trayecto de tan reducidas dimensiones. Me disculpen los impacientes.

El tercero de los tres personajes recorre exactamente el camino pero de forma opuesta, desde la entrada del cine hasta su pequeño cuarto en la residencia de Tollcross. Con una sola variación en el camino; para en una cafetería y comprar un sandwich de queso, algunas cervezas y cigarrillos. La diferencia, a modo de avatar, a modo de advertencia a lector y también a modo de pie de página, es el rictus. Este tercer personaje tiene la expresión degenerada de un Munch -léase Monk- que ha aprendido a no ser tan impresionable, un Monk más viejo aunque no necesariamente más sabio, más acostumbrado aunque en absoluto resignado o dócil. El tercer personaje vuelve a casa y, además, no camina del todo sólo.

Entre uno y otro hay un lapsus de tiempo que dura casi dos horas. Hay una metamorfosis, una montaña mágica y una Odisea parodiadas en los diarios que escribe el segundo personaje de este cuento y que por desgracia serán pasados por alto. A diferencia de los otros dos, éste tiene una perspectiva limitada. No me malinterpreten, el primer y el tercer personaje lo intentan, otean el horizonte y colocan sus manos a modo de visera sin lograr ver más allá. El horizonte en este segundo caso es la pantalla del cine y si diera más detalles de cómo ha llegado allí abusaría de la paciencia del lector.

En el primer corto de la noche un grupo de vaqueros jóvenes llegan a la recepción de un pequeño del Oeste. El recepcionista comenta nervioso haber recibido un telegrama desde Chicago, después comenta algo sobre una visita similar hace cinco años, los nervios los produce los maletines en forma de rifle que llevan los hombres. Uno espera que suban arriba y acribillen a alguien y entre toda esta confusión aparezca un nombre de mujer pero tras apenas dos minutos de cháchara lo que tenía que pasar en el establecimiento ha pasado ya y el jefe del grupo prefiere no arrepentirse aquella noche, algo que arrepentirá por cierto el resto de su vida, piensa el personaje número dos.

Aquí cabe decir que el personaje número dos es algo parecido a un aficionado al cine que envía artículos a la revista que coodirige el amigo de un amigo, que no le paga nada pero le invita a algún preestreno casi siempre -a excepción de una vez que fue por teléfono- vía correo electrónico. Lo realmente importante es desvelar el secreto del susodicho personaje: su manía a creerse partícipe de lo que ocurre a su alrededor, el guante al que van o aspiran ir todas las bolas del pitcher. Aunque quizás esto es importante sólo si se compara con el personaje número uno, que sería algo así como el bate tímido que deja pasar las bolas sin rozarla a pesar del elegante swing.

El segundo corto iba sobre un marino del primer cuarto del siglo veinte que desaparece en el mar. La composición del argumento recuerda a Andréi Rubliov solo que, en aquella la locura es un personaje secundario y tiene límite visible.

El tercer corto es de animación y en una escena un niño extraviado y un pequeño duende tienen la siguiente conversación:
-Esto no es la noche- dice el niño refiriéndose a la extraño vapor morado que cubre sus cabezas desde una distancia suficiente como para obtener el calificativo de cielo.
-Tienes razón. -contesta el otro- Sean cualesquiera que sean los misterios y males que trae la noche no se puede comparar con la penumbra que ahora viene – dicho lo cual se produce un silencio.

El último y cuarto corto era de estilo documental y tenía el curioso efecto común a cualquier documental histórico de vincular la experiencia contemporánea del espectador con la de generaciones anteriores, inmediatas o no. Parecía seguir el hilo argumental de la magnífica prosa de Mark Twain en aquel relato "Oración de Guerra", y tras el documental el segundo personaje queda muy afectado y sale de la sala antes de los créditos para encerrarse en los aseos a escribir la crítica de rigor a modo de diarios. Con caligrafía irregular el impresionable muchacho llena hasta la última página de la libreta. No será suya la tarea de procesar su contenido.

De esos aseos precisamente saldrá disparado el número tres justo en el momento en el que el segundo personaje escribe la última palabra de los diarios. En la huida que es este regreso a casa se incorpora el personaje número uno al cruzar aquel las taquillas de la entrada. Entre número uno y número tres hay una diferencia de peso que hemos olvidado mencionar. El tercero camina con un peso muerto añadido y solo caminan juntos los ochenta primeros metros. No lejos de allí, el risco sobre el cual se apoya el castillo de Edimburgo parece un iceberg y la fortaleza hongos petrificados llenos de ventanas. Desde allí arriba se ve el rastro que han ido dejando los tres personajes confundiéndose con las huellas de otros cuentos. Desde el cuarto de la residencia no se ve el castillo pero sí la parroquia que preside la Home St con su pestaña afilada como remate. Como el final de un cuento similar a un cuerpo ahogado cuya única parte visible en el medio de la corriente es la cabeza pequeña de un niño curioso y a todas luces demasiado confiado.


lunes, 5 de octubre de 2009

“Yo no soy el responsable, solo recibía ordenes, dijo el jefe. Y Yo no soy el responsable, solo recibía ordenes, dijo el oficial. Entonces ¿Quien es el responsable?"
-ALAIN RESNES-



Volvió a mirar al cielo y se sintió menguar en cada respiración. Las palmas de las manos se incrustaban en el material del que estaba hecho el edificio, pero él no notaba ese dolor. Contemplaba las estrellas como quien contempla un manuscrito en una lengua antigua e indescifrable. Más allá del mensaje encriptado creyó poder entender qué es lo que decían aquellas palabras en forma de galaxias aparentemente tranquilas. Con el cuello en máxima tensión, cerró con lentitud y fingida serenidad sus párpados. Se estaba muriendo de miedo, sobrepasado por conceptos que nunca llegó a comprender en la primera de sus vidas. Como quien aprieta un botón, su cerebro había comenzado a arrojarle toda la información que almacenaba sobre el universo y las estrellas, pero sobretodo, pero con especial ímpetu, todo aquellos datos relacionados con los agujeros negros.

“...El vasto universo que nos rodea empezó como un punto infinitamente pequeño de gravedad y densidad infinitas…
Un agujero negro comienza con un acontecimiento de gran trascendencia, la muerte de una estrella. Cuando muere una gran estrella se contrae sobre si misma. Donde estaba la estrella la gravedad se vuelve infinitamente potente, y todo lo que se aproxima a ella es absorbido, incluso la luz. La luz no puede escapar, ninguna radiación puede escapar. Es una esfera absolutamente negra en el espacio, por eso tiene aspecto de agujero negro.

El núcleo invisible de un agujero negro es un lugar misterioso donde se transforma la estructura del tiempo y del espacio y las ecuaciones de la física se vienen abajo. Si seguimos las ecuaciones hasta su conclusión inevitable la materia se contraería para formar un punto único. Este punto único es infinitamente pequeño e infinitamente denso. El centro de un agujero negro tiene un curioso parecido con el principio del Big Bang. Los agujeros negros son lugares donde el espacio y en el tiempo llegan a su fin y la materia desaparece por aplastamiento. Si pudiéramos entender como el tiempo llega a su fin en los agujeros negros... eso podría ayudarnos a entender como empezó el Big Bang ”


Idiotamente, una vez toda la información acumulada se disipó, comenzó a elaborar su propia información ficticia, y sus propias teorías. Si el universo empezó con algo absolutamente similar a el núcleo de un agujero negro, tal vez en los diferentes núcleos de los agujeros negros , se halle la puerta de entrada a otro universo distinto... como si al otro lado del agujero, al otro lado de la muerte de una estrella, no es que esa estrella siga viviendo, sino que hay un universo infinito lleno de ellas. Pero entonces volvió a recordar otra cosa con respecto al tema.

“Lo que ocurre con la información dentro de un agujero negro es que simplemente desaparece. Esto destruye la mayoría de leyes fundamentales de la física, de causalidad y transformación de la energía. Una vez algo sobrepasa el horizonte de sucesos de un agujero negro ya no hay vuelta atrás, se ha perdido para siempre. Y si hay alguna forma de destruir la energía, si esta no solo se transforma sino que efectivamente se destruye, eso quiere decir, que hay partes del universo que están desapareciendo”

Soltó un gran vaho desde su boca hacia el espacio y vio como se disipó a los 10 segundos. Apreto los dientes con fuerza, miro al cielo nocturno solo una vez más, y por un momento creyó derrumbarse.

-¿ Por qué no me lo has dicho antes?
- No vi la necesidad. Que lo supieses o no, no cambiaría absolutamente nada.
-Aún así, creo que tenía derecho a saberlo en su momento
-No me hables en ese tono. Yo no soy el responsable de todo lo que está sucediendo. Además, hice lo que hice y creo que lo hice bien. Y sobretodo lo hice por tú bien.

Quedaron otro momento en silencio, pero ya no miraban al cielo. Miraban ahora a la calle, la gran inmensidad de edificios, y a las luces que se iban apagando, como si la ciudad también estuviese desapareciendo. “Y entonces ¿qué podemos hacer?” “Nada” dijo en un tono que sonó más a advertencia que a otra cosa; “Nada” volvió a mascullar entre dientes.







*Para evitar capulleces troleras, decir que la letra en negrita no es mía, claro está, ya que poca física puedo ofreceros, por mucho que la astrofísica me fascine (me fascina directamente proporcional a lo que la desconozco). Esta información la he sacado de un documental de la BBC sobre la paradoja de la información. Y ya se que eso de que el universo esta desapareciendo es una teoría refutada por Leonard Zaskyn. Pero yo digo, si la paradoja de la información no fue últil para la ciencia, pues que me sea útil a mi