viernes, 10 de octubre de 2008

La Tormenta

Música: Bob Dylan (A hard rain is gonna fall)

La habitación, como un pequeño refugio en mitad de la montaña en mitad del invierno, le acoge, le protege y le mima. A lo largo del tiempo, de su vida, siempre ha sido así, y las paredes, más que encerrarle le protegían. De hecho, debido al paso del tiempo, ha humanizado sus muros azules casi blancos, o más bien los ha dotado de vida y de alma, como hacían los primitivos pueblos celtas con los bosques y las montañas, tomando aquel punto del espacio como un lugar fijo en el tiempo (en el tiempo siempre cambiante), un pequeño poste en medio de una riada.

¿Por qué? Pues tal vez porque en el fondo no deja de ser una prolongación de si mismo, sus paredes, sus libros, la disposición de los muebles, todo un efecto de su voluntad y un espejo bondadoso de su persona, un autorretrato más que idealizado, simpático. Y no tiene porque ser algo raro, los antiguos ya decoraban su entorno llenándolos de jeroglíficos, murales y frescos, que además de mostrar cosas al gran público, contaban a sus arquitectos, decoradores y obreros algo que al resto de la humanidad se nos escapa.

La puerta se cierra, firme aunque silenciosa, y contra la madera rebotan muchas frases (algunas penetran) que ya se han escuchado antes, largos discursos sobre el futuro, la seguridad, sobre lo insoportable de la convivencia con su persona, la hipocresía, el pragmatismo, la necedad, la inexperiencia… largos discursos sobre el desengaño. Discursos que a lo largo de generaciones han sido repetidos, siempre por supuesto con la pequeña variación del autor o más bien emisor, y que a lo largo de la historia ha sido repetido de padres ha hijos a lo largo y ancho de la geografía planetaria. Y quien sabe…

Pero la puerta se ha cerrado, y aunque físicamente sea casi inapreciable la diferencia entre que esté entornada y cerrada, hace que se cierre un mundo y que se habrá otro, que se expande a través de la ventana, que asoma a todo un mundo enorme ¿Real? No, por supuesto que no, pero tampoco fantástico, tan solo subjetivo, tan subjetivo como el mundo de mosca de todos los habitantes del planeta.

Comienza a sonar la música, y mientras se pierde mirando al infinito desde su cama sonríe. Tiene 17 años y el caos le hace gracia. Imagina como llueve tanto que todo va quedando sumergido bajo las aguas de una apocalíptica tormenta, una tormenta que primero la gente menosprecie, pero que finalmente ahogue, todo en general.

Y en vaqueros y calcetines se duerme involuntariamente sobre el edredón, mientras en sueños contempla las ruinas sumergidas bajo el peso del agua. Pero mientras, fuera, la tormenta.
Texto: Vladimir Poliakov
Fotografía: Zacarias Zuax

5 comentarios:

Zwanzig dijo...

los dos párrafos finales son de plas plas.Para mi todo lo demás es polvo y aire (lo decía máximo)

aquí cualquier comentario positivo imaginable

PD: ¿próxima historia de un degradado relaciones públicas que recuerda tiempos peores?¿ :-)

BGF dijo...

Con 20 años ese es el tipo de cosas que pienso (pienso obsesivamente, quiero decir) durante la tormenta. Y sólo se puede pensar así en el propio cuarto, lleno de esqueletos de otros tiempos, recordatorios de ídolos, frases, imágenes, otros cerebros materializados en sus obras y, como dice ud., incluso autoretratos (no siempre simpáticos). En nada, en todo... ya sabe. Las tormentas con el nórdico hasta las orejas y alguna música... son nido de elucubraciones fantásticas y terroríficas que, naturalmente, surgen con más dificultad en otras condiciones más malolientes (metro, uni, sala de espera del dentista, etc.) God bless las tormentas!

Cucaracha Amarilla (Vladimir Poliakov) dijo...

Queridos amiguetes:

Sorprende y agrada veros por aquí. Tal vez la próxima historia vaya sobre un estudiante de historia que cree ser un detective privado. ¡Permanezcan atentos!

Y si Berti, las tormentas son completamente inspiradoras, por toda la atmosfera dramatica, y si hay Dios que las proteja, ¡que trabaje de una vez!. Aunque no estoy de acuerdo con lo de las condiciones malolientes, por el simple dato empirico de que el lugar donde se me ocurren la mayoría de ideas es en el cuarto de baño (en el mio, o en el de cualquiera)

Anónimo dijo...

Es un hermoso y siniestro sueño la contemplación del caos desde la ventana (o el edredón en este caso).

Inspirador. Long live Bob Dylan!

Cucaracha homicida dijo...

Vengan los detectives amaestrados, los naufragos del transporte metropolitano y los estudiantes nocturnos. Vengan las ojeras azicaladas, los paraguas rotos y las ventanas sucias.

La inspiración... la inspiración no existe. Pero sugerente sí es un rato. La tormenta, digo!

Buen bocado, Herr Poliakov!