lunes, 4 de enero de 2010

Imagen: “Lighthouse at two lights”

Comienzo hoy una serie de relatos anual que publicaré con la mayor puntualidad posible, agradecido de que cada día el mundo blog este menos poblado y de que por tanto menos imbéciles se pasen por aquí. Me alegro que esto pase de moda, y de que las cucarachas por fin vuelvan al lugar que nos corresponde. El ciclo se llamará calendario, y corresponde a otra serie de ejercicios estilisticos, esta vez basado en un calendario decorado con fotos de Edward Hooper.

Desde una indiscreta distancia observamos toda la acción, que sin embargo se desarrolla como si para ellos no existiéramos; como si fuéramos espectadores, o peor, lectores, de una realidad que ocurre queramos o no. De la vieja casa del faro, un hombre sale envuelto en el sigilo matinal, y camina colina abajo para no volver.

La vieja casa del faro queda en un silencio digno de un museo. Tan solo el viento y las flojas lejanas olas del mediterrano. El propietario, que no es el hombre que vimos salir esta mañana, decidió poner tejas, ya que le recordaban a sus orígenes del norte. Nostalgia que se intentó suplir por la estética patéticamente, y que no cumplió su función, ya que después de terminar finalmente la casa, y con todos lo problemas que trajo, acabó revendiendola y volviendo (si es que en realidad podemos volver a alguna parte). Y desde entonces la casa fue cambiando de manos, hasta hoy, en la que un desconocido sale por la puerta, y se queda vacía.

Podemos pararnos y pasarnos horas imaginando por qué. ¿Será necesariamente más cierto lo que yo imagine solo porque soy el escritor de este relato? Todas las ficciones son igual de validas, pero no resulta relevante su validez sino lo entretenidas que nos resulten, ya que todas son presumiblemente falsas, infundadas, o ficticias. Yo imagino un crimen, un homicidio, y jarrones resquebrajados por pasillos, y un conocido disfrazado de extraño saliendo por la puerta de casa con la tranquilidad de un inocente, y bajo llave en un baúl en lo alto del faro inutilizado, la victima. Y depende de por donde hagamos el corte, esto puede ser el principio, el final, o la mitad de una historia. ¿Podría ser esto un drama con fatales consecuencias?¿Un thriller tal vez? Podríamos convertir esto en una comedia si no exageramos mucho el tema de el asesinato. ¿O es que no hay cadáver? ¿Son mis origenes judios los que me obligan a buscar un culpable? Yo no soy infalible.

Lo innegable, el axioma de todo esto es que un hombre del que no se nada salio de esta casa esta mañana y no volverá, y esto es así. Ni peros ni discusiones, hay unas reglas. ¿De que juego dices? Bien, te propongo que matemos dos pájaros de un tiro. Para empezar, que como autor me retiro, y ya que los dos estamos en esto, y que el cuento es tan tuyo como mio, que te pringues las manos y dejes de vivir del cuento. Dime lo que ha pasado aquí. Y de paso que rompas está cómoda dictadura del testigo mudo-manco-sordo-tullido, en la que te lavas las manos. Levantate, Lázaro, y anda. Y de paso invitame a un café, que me debes uno.

2 comentarios:

Sr. H.M. dijo...

Siempre tuve la sensación inequívoca de que alguien que vive en un faro, definitivamente, o bien oculta algo o bien se oculta él mismo. Si no, si está solo, ¿por qué vivir en un faro, desde donde se controla todo desde el aislamiento?, como un voyeur, aun más perverso, porque la mayor parte del tiempo no mira nada y lo más obsceno es aquello que escapa a nuestras concepciones, a nuestras explicaciones. Ese hombre que sale, no importa lo que haya hecho, es culpable.

blackholesinmymind dijo...

F. Belanov, yo también lo considero culpable.

Lo pasado de moda es moda, amiga cucaracha.