domingo, 1 de febrero de 2009

Hacía un buen rato que la madre había gritado que la cena ya estaba sobre la mesa, y con 5 o 10 minutos de retraso llegaron el resto de los familiares, disponiendo la mesa de lo necesario para la cena y encendiendo la tele.

Todos se aposentaron en su sitio personal e intransferible, respetando siempre la cadena de mando. Disciplina y fe en el mando, palabras que habían resonado más de alguna vez aquellas paredes, como punto de apoyo a ese principio de autoridad incuestionable, paralelográmica, que dotaba a los padres de un poder totalmente autocrático, eso si, con algún margen para la libertad de expresión de los vástagos, evidenciando dos verdades incuestionables en este mundo, que la libertad de expresión solo se permite cuando ésta no constituye ningún peligro (en esta casi infranqueable argamasa de amor que se habían convertido en más de 30 años de feliz matrimonio), y que una familia no es una democracia.

El destino quiso que aquella noche la televisión no funcionase. En el zapping decisorio la televisión dejó de funcionar. Un electrodoméstico que había acompañado a la familia durante más de 10 años, tal vez 15, sencillamente así, y sin ningún chispazo, se murió. Sin aspavientos, con una lacónica solemnidad. Y fue así como aquella noche la familia no vio la tele y la conversación surgió.

-No toquéis a la gata que tiene tiña- dijo la madre sin levantar la cabeza del plato
-Está infestada- secundó el padre- La he estado mirando y la tiene por todo el cuerpo. Seguramente la llevemos al veterinario.
-Si se deja- apostilló la madre.
-Si no de deja, la meto en el trasportín y se acabó- dijo el padre con sequedad. Masticó un par de veces y continuó con su razonamiento- lo que tiene por dentro lo tiene por fuera.
-¿No se le pueden dar vitaminas o algo?- La hija trataba de evitar la situación del veterinario. La primera y única vez que la gata asistió a la consulta, se refugió en el despacho de la doctora y le obsequió con un par de zarpazos.
-Pero si no se deja hacer nada… cada vez que tu padre quiere darle una pastilla, o le muerde, o la escupe, o se la traga y a continuación la vomita. Seguramente por eso lo halla cogido.
-¿Y cómo ha podido cogerla?
-¿Cómo coges tú una gripe? Además ya está muy mayor para la vida de un gato, es normal que le pase.
-Pues si hay que sacrificarla-dijo el hijo con la yema del huevo duro en la boca- ….
-Pues se sacrifica- dijo la hermana con toda la tranquilidad del mundo.
-Aún no sabemos si la vamos a sacrificar.
-Tiene… estamos en el… veamos: 1, 2, 3, 4…

Finalmente la edad del animal quedó en un punto indeterminado entre 7 y 9 años. La conversación continuó con temas cotidianos y particulares, durante más o menos 7 minutos. Posteriormente la madre decidió telefonear a su tía, para recordarle que mañana pasaría a recogerla temprano para ir al hospital. La voz se escuchaba chillona desde el interfono. Advirtió antes de colgar que ella le recibiría en camisón.

La tía abuela es todo un personaje. Como los grandes locos de las obras de teatro, ella está cuerda, pero asegura no enterarse absolutamente de nada, consciente de todo el margen de libertad que esto supone en su vida diaria. Tiene más de ochenta años y si pudiera haría y desharía como las hilanderas en el Hades. Sin embargo no es tan ambiciosa y se conforma con su pequeño feudo. Nunca tuvo hijas, y la madre se encargaba de cuidarla, con todos los quebraderos de cabeza que ello suponía (por ejemplo, interrumpir tu fin de semana de vacaciones a solas con tu marido para ir a recogerla a un balneario en Cofrentes, debido a una indisposición imaginaria que le sirvió, a la tía-abuela claro, una excelente forma de evitar su confinamiento estival).

A la mañana siguiente debería de levantarse a las 6 y media de la mañana para estar en la puerta de su casa a las ocho menos cuarto, teniendo en cuenta que tendrán que estar a las nueve en el centro de salud. De todas formas sus planes fracasarán, la tía-abuela se encargará de ello. Vive en un constante estado de resistencia e insumisión senil. No obedece, no toma la medicación correcta, se esconde en su piso cuando quiere, y cuando quiere desaparece, y reaparece. Sin embargo se le permite, pues no constituye ningún peligro mayor.

Quien sabe qué motivos la movían a la madre a comportarse de aquella manera. Desde luego la devoción no, era más bien como una tarea que le había sido encomendada y que no podía rechazar, algo así como quien hereda un título nobiliario y millones en deudas, un desagradable privilegio.

Terminada la llamada telefónica, la mesa fue retirada, cumpliendo órdenes, funcionalidad y costumbre. “Tienes que sacar la basura” dijo el padre al hijo. Y el hijo obedeció.

Era el enero más frío que recordaba. Se calzó las botas y un forro tipo leñador de mercadillo. Caminó despacio y silencioso a lo largo de la calle, en una paz tétrica digna de Poe. La luna llena, oculta tras una densa capa de nubes, hacía parecer al cielo con su luz blanca un falso techo de escayola de una sala de urgencias. Cargando el peso de la basura de la casa siempre se preguntaba de dónde saldrían tantos desechos, y no podía creer que 4 personas en 3 días fuesen capaces de fabricar tantos desperdicios. Pero lo cierto es que fabricar basura es realmente fácil, ya que todo, cualquier cosa, es susceptible de ser un desperdicio.

Dejó el cubo donde siempre y como siempre, cerró la puerta y apagó la luz. El patio quedo sin embargo iluminado por la luz de la luna, dejando en la sombra el enorme cubo color negro, listo de nuevo para ser rellenado. Pero algo se mueve entre las plantas, y dos ojos reflectan la luz con ese estilo tan siniestramente felino que sólo puede proyectar un gato doméstico peludo y gordo de un barrio acomodado del área metropolitana de una capital de provincias.

Desde el fondo de un helecho, el animal, observa el cubo con miedo. Seguramente sospecha algo.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Oh, bene, bene! Me encanta el personaje del padre. De mayor quiero ser como él.

La tía-abuela ha quedado un poco de lado. Ya que la has metido, deberías haberle dado más juego.

Buen final, buena reflexión sobre mi tema favorito: la BASURA.

Tirón de orejas:
-"Deber de": posibilidad, probabilidad. Como en "Debe de ser la Juani la que está llamando".

-"Deber + infinitivo": necesidad, obligación. Como en: "A la mañana siguiente debería levantarse a las 6 y media de la mañana".

Fin de la nota pedante. Es el privilegio de llegar el primero.

Zacarías Zuax dijo...

La basura eh¿? Pero si en el fondo eres un jiporro que recliclas.

Anónimo dijo...

¡He dicho basura, no con qué fines!

Insisto, Zacarías, buen texto.

Anónimo dijo...

Me gusta :-)

ahora voy con la pedantería: algún punto en el segundo párrafo please.

fin de la pedantería

PD: hallan o haya?¿ tic tac

exámenes, exámenes

Cucaracha Amarilla (Vladimir Poliakov) dijo...

¿Algún tipo de punto? SACRIFICATE POR EL ARTE, NO RESPIRTES.

Gracias Luis y Marc. Lo cierto es que hacienod un repaso mental este es uno de mis cuentos favoritos.

Humo Velado dijo...

Adoro el personaje de la tia-abuela! genial, si,si!

es que me recuerda a mi abuela de verdad!...ponia cara de tonta para que la dejaran en paz...pero se enteraba de todo!

p.d. Ya tengo visto un coche!jajaja

Quim dijo...

jajaja, que cabrón! Hasta hoy mismo podías encontrarme cada noche en la sala seis de la biblioteca, pero ya no ¡soy libre!.
Bueno, creo que incluso debería darte las gracias por leer mis cosas por ahí, ya sabes que yo nunca crei en eso de los derechos de autor... o si? Va, me los deberas de pagar con cerveza! muahaha!
Ya me diras qué leiste y cómo escucharlo, si puedo...

Un abrazo!

blackholesinmymind dijo...

Siempre he querido tener un gato negro y gordo.

el que aplaude dijo...

excelente.